domingo, marzo 30, 2008

Viento ¿Blanco?


Hace dos años, por mar sinrazones que rezones, dejé de escribir, sin embargo he decidido volver con más compromiso, para compartir con Uds. mi proceso de preparación de los títulos de la temporada 2008 del Teatro Municipal de Santiago, que este año tenía programados 6 títulos, sin embargo agregó uno en marzo, la opera chilena en dos actos Viento Blanco, sobre la cual comentaré en este primer posteo.

Se trata de una ópera inspirada en la tragedia ocurrida en el Volcán Antuco, donde fallecieron 45 jóvenes que hacían el Servicio Militar.

A quienes quieran hacerse una idea de esta obra, vean este extracto.
Antes de hacer ningún comentario, debo dejar establecido que me considero un ignorante en música del siglo XX y más aún del 21. En general encuentro esta música densa y su carencia de acordes me hace admirar -o compadecer- a quienes compran sus CDs. Ciertamente no es el tipo de música que me interesa ir escuchando en el auto. Sin perjuicio de ello, he asistido a algunas piezas como Wozek y Peter Grimes, que sin llevarme a la locura, he disfrutado, quizás por la calidad de la tragedia, en ambos casos, agobiantemente bien acompañadas por su música.

En el caso de Viento Blanco podría haber sido similar, pero pudieron más las carencias, que desgraciadamente no son pocas. Las voces tuvieron un desempeño mediocre. Hubo varios gallitos, voces que no daban el tono, desafinaciones y pérdidas de ritmo. Para qué decir la modulación de los cantantes. Creí que por tratarse de una ópera en español –más aún, en chileno, si es que existe- podría disfrutarla sin tener que recurrir a los sobretítulos que acompañan las piezas en idiomas extranjeros. Gracias a Dios se utilizaron pues me vi forzado a recurrir a ellos tanto o más que con las óperas alemanas, italianas, francesas e inglesas. Para ser justos, hay si acaso un par de voces experimentadas que se destacan por su calidad, sin embargo el conjunto es malo.

El texto me pereció carente de poesía, quizás a causas de lo anterior. Con todo, el primer acto me resultó pobre, rebuscado y repetitivo. El segundo, bastante mejor, siguió siendo mancillado por las voces, las mismas del primero.

Nota de excepción merecen los coros. Alabar el Coro del Teatro Municipal se ha vuelto lugar común, pero un muy merecidamente. Su desempeño es realmente notable en todas las presentaciones y esta no fue la excepción.

La escenografía, aunque correcta, decae al final en la marcha sobre la nieve, en que uno no sane si es eso o el sueño de un camino por las nubes.

La regie tiene cosas realmente bizarras, en particular la participación de dos periodistas que reportan la tragedia desde el regimiento y a las que se acercan sin cesar en una ridícula marcha, asistentes que les entregan las actualizaciones.

En los siglos de historia de la música los compositores haya buscado la forma de eludir la censura para poder tratar temas contingentes haciendo metáforas con hechos históricos, todo ello en épocas en que los poderes absolutos de los monarcas controlaban lo que el pueblo veía. En Chile hace años que la censura en las obras no existe -sobre cuántos puede haber opiniones diversas, sin embargo nadie en su sano juicio podrá decir que hoy existe- sin embargo sorprende que esta tragedia, que enlutó a Chile, a la ciudad de Los Ángeles, de donde eran muchos de los reclutas, y al Ejército; ocurra en un país sin nombre, en un cerro sin nombre y sin que en ningún memento se mencione siquiera que este hecho se llevó la vida de 45 muchachos. No logro entender qué es lo que hace que el compositor y libretista hayan omitido los antecedentes mínimos para situar geográficamente la obra y la magnitud del desastre, más aún cuando en un dudoso homenaje, ponen en escena a unas mujeres mapuches y algunos huasos… oriundos de este país sin nombre.

Es cierto que la obra, al menos en la función de estreno a la que asistí, ovacionó la obra, desgraciadamente creo que se debe mucho más a las relaciones de parentesco y amistad con el compositor, libretista e intérpretes, y a una buena dosis de chovinismo, más que a la discreta calidad de la obra, que veo poco probable que se reponga en el Municipal, más improbable aún que trascienda nuestras fronteras.

Creo que es importante que existan compositores nacionales, como Sebastián Errázuriz, que se atrevan a abordar tareas exigentes como ésta y al mismo tiempo estoy convencido que congratularnos por el sólo hecho de que existan, sin poner las mismas exigencias que le ponemos a otras obras, es un flaco favor al desarrollo adulto de nuestras artes.