sábado, abril 22, 2006

El amor y los celos

Los contrastes que presenta esta ópera de Verdi nos tironean una y otra vez: dulces y placidos momentos de amor, desgarradores celos. La primera escena corresponde al inicio de la ópera, el primer diálogo entre Desdémona y Otello. Todo es delicado, meloso, el amor parece tenerlos en las puertas del paraíso.


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Sin embargo ya antes de esta escena Yago ha comenzado el desarrollo de su plan contra Otello, provocando el enfrentamiento entre Casio y Rodrigo en el que el primero hiere accidentalmente a Montano, por lo cual Otello degrada a Casio.

Durante el segundo acto Yago consigue sembrar en Otello la duda de los celos, primero, la certeza de ser engañado por Desdémona y Casio, después. El Plan de Yago parece irremediablemente encaminado al éxito, mientras el amor de Desdémona se enfrenta una y otra vez a las iras y distancias de Otello, a quien todos los acontecimientos le refuerzan la infidelidad de su mujer.

Llega esta segunda escena entre ellos, al inicio del tercer acto, donde Otello aún se debate entre el amor y la ira de saberse engañado. Cada palabra de Desdémona pidiendo el perdón de Casio confirma a Otello el amor entre ellos. El dolor va rajando las notas de este dúo lleno de contrastes en que Verdi logra magistralmente un diálogo musical de las emociones de ambos personajes. Es el contraste entre el amor y los celos.



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En pocos minutos, la dulce voz de Desdémona y la música que la acompaña en su entrada va dando paso a los arrebatos de Otello; la música salta con él, vuelve a la melodía dulce con ella, nuevamente con él los golpes musicales, la ira, la fuerza. Ya a los 3 minutos Verdi nos tiene frente al sufrimiento de ambos, el dolor de Otello por el supuesto engaño de su mujer, el de ella por ser injustamente acorralada... pero Desdémona vuelve a la dulzura, Otello a las dudas, Desdémona al amor, él a los celos, ella a la cordura, Otello a la locura.

La música de Otello me evoca momentos en que los celos que mordieron hace algunos años; aquella emoción miserable que me ahogaba, que no me soltaba ni un segundo, que estaba omnipresente arrebatándome toda libertad. Esta escena rememora esos momentos, aquellos diálogos sordos, aquella angustia. Los celos fueron demencia.

3 comentarios:

Gabriel Bunster dijo...

Con este post me convenzo del poder de los blogs como mecanismo didactico singular; gracias por esta clase de opera y Otello que he disfrutado.
De los celos ni hablar, territorio minado sin duda. Te roban lo tuyo cuando de tuyo lo que mas tiene es que ella nos pone de esa manera que tanto nos gusta de nosotros mismos; si la perdemos pensamos porque así suele ser, que se va lo nuestro activado, esa conversación, esa interacción tan sustantiva, tan significativa. El celo tiene que ver con el miedo a perder algo de mi que curiosamente solo con ella vive; me parece a mi.

Andrea Brandes dijo...

Felicitaciones!
Inédito: gozar la genialidad y belleza de la música, de la mano de este texto que explica el contexto y las motivaciones.
Que buena forma de entrarle a la ópera.
Los celos de Otello...pobre, que sufrimiento. Buen comentario el de Gabriel...es aquello de nosotros que el otro hace brillar, y que creemos perder cuando atisbamos la posibilidad de perder al otro, lo uqe nos desequilibra. Bonito, aunque no estoy de acuerdo. Más bien creo que los celos fundan en el terror al abandono y en la interpretación de la pérdida como una desvalorización a nuestra persona.

Anónimo dijo...

Son alienación completa, como estar en lo otro, fuera de uno mismo, ... pero tan humanos...
ernesto evans