miércoles, mayo 24, 2006

Una mamorable y gran función


El sábado en la tarde, gracias a la gentil invitación de Raúl Alcaíno, flamante Alcalde de la Ilustre Municipalidad de Santiago, tuve la oportunidad de asistir a la primera ópera de la temporada, Otello, la que ha ocupado mis últimos posteos de este blog.

Fue, por muchas razones, una experiencia extraordinaria. La primera, y para mi más importante, es que fuimos en familia; mi esposa, nuestros tres hijos, mis padres y mi suegro. Ya sólo esto lo convierte en un evento especial e inolvidable. No era la primera vez que los niños iban a la ópera en el Municipal, sin embargo hacía mucho tiempo que no lo hacía y esta vez la revelación fue la más Chica, Isidora, que siguió la trama con entusiasmo y emoción, aplaudiendo a rabiar al final de la función. Antes de irnos, fuimos con ella a saludar a los intérpretes y ella pidió los autógrafos de David Rendall -Otello-, Pedro Espinoza -Rodrigo-, Ricardo Seguel -Montano-, y Verónica Villarroel -Desdémona-.

Efectivamente, otra de las razones que hizo de este Otello un hecho memorable es que el rol de Desdémona fue interpretado por la destacadísima soprano Chilena, Verónica Villarroel. Debo decir, a riesgo de pecar de chovinista, que ella fue una emotiva, adorable y potente Desdémona. Verónica viene a Chile una vez al año a participar en uno de los títulos de la temporada; todas las veces ha resultado gratificante escuchar a esta compatriota que friunfa en el mundo, desplegar su encanto y su hermosa voz. Como Desdémona, en el dúo final del primer acto, Villarroel me enamoró con su voz, su musicalidad, su dulzura. En las últimas escenas de la ópera volvió a emocionarme con su dramático presagio de la muerte en la "canción del sauce".

Yo nunca había visto Otello en vivo, lo he escuchado en diversas grabaciones y lo he visto en DVD. Vivirlo en persona me hizo una vez más entender por qué, pese a la gran cantidad de discos que poseo, espero ansioso la temporada y el que, al final de ella, una parte de mí sienta que el año ya se ha terminado.

En las voces de los roles protagónicos destaca por sobre todo la de Verónica, quien lució sus atributos vocales con tremenda compenetración del personaje y con luminosidad y bellaza. Rendall partió bastante débil, quizásproducto de haber salido al escenario con la garganta poco templada. Su voz era débil, algo imperdonable en el carácter del poderoso Otello, sin embargo, a partir del segundo acto se recuperó enormemente, haciendo un tercer acto vibrante. El Barítono Frederick Burchinal -Iago- hizo una buena interpretación. Dueño de una voz de muy grato timbre, la acompañó de una buena actuación que lo convirtió en un creíble y malvado Iago. Su voz también partió con poca potencia en el primer acto, sin embargo a partir del segundo acto creció en caudal. El trío de roles masculinos protagónicos lo cierra Juan Carlos Valls -Cassio-, quien tuvo a mi juicio una participación discreta en lo actoral e interpretativo, pese a ser poseedor de una voz de bello timbre y adecuada potencia para el rol. En este último caso, me llamó la atención lo poco viril de su interpretación, que desluce en un Cassio que, despojado de su grado de capitán, en las otras versiones que he visto y oído, ha interpretado un honorable capitán que, en esta ocasión, se vio muy débil.

El director de orquesta merece comentario aparte. Roberto Rizzi-Brignoli le sacó fuego a la orquesta. Me pasa con frecuencia que, mal acostumbrado a escuchar las óperas en grabacionesde estudio, cuando las veo en vivo, la fuerza, claridad y precisión de la orquesta son muy inferiores a las escuchadas en los CDs y DVDs. En este caso, quizás por estar en el palco del alcalde, que está sobre el foso de la orquesta, la magnificencia de la música de Verdi, trepaba imponente y se mezclaba con la trama de la tragedia resaltando y siendo el cimiento de la puesta en escena. Mirar al director resultó ser además entretenido, lejos de ser un maestro de la batuta, Rizzi-Brignoli dirigía con todo el cuerpo, se encorvaba, arrancaba las notas graves y poderosas desde lo más profundo del foso, los sutiles pianísimos de algunos pasajes, parecían ser silenciados con sus dedos antes de abandonar el sitio de la orquesta. Al final me di cuenta que tanta contorsión le significó una rajadura en la maga de su frac que se debe haber enganchado con algún clavito a medio camino. El director se sacó un siete, el que se lleva grabado en su ropa.

El próximo título de la temporada, al que dedicaré las próximas publicaciones, es Electra, de Strauss. Esta no es una ópera de fácil gusto, al menos no para mí. De hecho la he escuchado un par de veces -tengo igual número de grabaciones- y no ha logrado hasta ahora cautivarme. Sin embargo nunca la he estudiado, ni la he escuchado con el libreto en la mano, cosa que haré en esta ocasión para poder disfrutar la función en un mes mas.

1 comentario:

Andrea Brandes dijo...

Santiago
He gozado tu artículo. Pero qué bien escribes...tu descripción de la función desde el palco del alcalde, me cautivó. Tienes una forma hermosa de escuchar y observar diferenciadamente, y, lo que es un placer para tus lectores, tienes las palabras precisas para describir acciones y emociones. Que exquicita tu Isidora, bravo por ella!